domingo, 3 de octubre de 2010

Pedro Fernández: Un genio

Nos causa orgullo ver que conocía a tanta gente que sinceramente le va a echar de menos. Han sido 70 años en los que con su forma de ser hizo grandes amigos que habéis querido venir a darle un último adiós. Teneros cerca nos ayuda a superar este difícil trago.
Muchos le conocisteis a través de su faceta profesional que se puede resumir con una sola palabra: éxito. Como aparece en el curriculum que elaboraron su sobrino Juanjo y él hace unos años, comenzó a trabajar en 1951 en una oficina de importación y exportación. Al poco tiempo, con 13 años, pasó a desempeñar los puestos primero de botones, luego en la oficina y por último de ayudante de dependiente en la Peletería de su tío Antonio. Fue allí donde aprendió el oficio que no abandonaría hasta este mes de julio y en el que fue todo un referente para tres generaciones de peleteros. Oficio que desempeñó brillantemente, inicialmente en la peletería Sonsoles, y luego en el propio negocio que fundó junto a su hermano y compañero de toda la vida Juanjo. Resulta impresionante cómo gracias a su valentía y a su gran inteligencia con sólo 22 años, sin estudios formales y sin ninguna “red de protección” que le respaldase, los dos hermanos, Juanjo y Pedro, pusieron en marcha las Peleterías Siber y Somalia, que son un referente en el sector y que han dado y dan de comer a muchas familias. Era un claro ejemplo de lo que los economistas denominamos un empresario innovador. Para que os hagáis una idea de hasta que punto lo llevaba en las venas, hasta el último momento, y esto es literal, estuvo dando consejos a su sobrina y ahijada Isabel sobre el negocio que ésta había puesto en marcha. Queremos aprovechar ahora que hablamos del negocio, para agradecer de manera muy especial a todo el personal de las peleterías el enorme cariño con el que nos habéis tratado durante estas semanas. Para vosotros también han sido tiempos muy duros, y nos habéis ayudado a pasar los peores momentos.
En lo que respecta a su vida personal, como la mayoría de vosotros conocéis, sus comienzos no fueron fáciles, de hecho su infancia fue muy dura. A los dos años se quedó huérfano de padre, por lo que no tuvo la suerte, como nosotros, de tener un padre a su lado que lo cuidara y lo guiara. Esto determinó su vida, y la relación con su hermano Juanjo. De esta manera mi padre y mi tío, además de ser hermanos, se convirtieron en padres el uno del otro. Y en el centro de sus vidas, su madre Consuelo, la madrina. A ella le debemos que educara y sacara adelante, con mucho esfuerzo y con jornadas laborales muy duras, a dos niños que de mayores se convertirían en los hombres con mayúsculas que tenemos la suerte de conocer.
En nuestras vidas, como sabéis, nuestro padre y tío ha jugado un papel muy importante. Aunque algunos de los que nos acompañáis apenas tuvisteis contacto con él, he de deciros que le conocíais muy bien, pues en cualquiera de los seis primos se pueden reconocer muchos aspectos suyos que le hacían especial para nosotros como os voy a demostrar a continuación. De él hemos heredado, en mayor o menor medida, el gusto por el orden y la limpieza, y ya poco nos falta para sacar el peine cada vez que vemos una cabeza despeinada. Todavía nos reímos y utilizamos a menudo las famosas frases célebres de Don Pedro, como buenos días buena mujer, ponga atún como para una boda o Isa, Isa, chata docuida con el sobol (que significa en nuestro idioma querida cuñada, ten cuidado que te pueden robar el bolso), Su pasión por los viajes y por organizarlos (a mis amigos seguro que esto les suena). Todavía recuerdo lo que le hicimos correr Antonio y yo por Japón hace sólo dos años, y lo que disfrutó las pasadas vacaciones con Blanca y Miguel Ángel en Estados Unidos. De hecho los sábados de los últimos años unió a la atracción por viajar su interés por lo gastronómico. Junto con su hermano, cuñada y sobrina Consuelo recorrieron los pueblos de España buscando buenos restaurantes donde ponerse, como él decía, “pinflos” y conversar. Otro de los rasgos que más le caracterizaban era la curiosidad que intentaba saciar leyendo todos los periódicos, revistas y libros que caían en sus manos. Eran célebres sus recortes de periódico, que nos ofrecía cuando menos lo esperábamos. Todo ello lo hemos heredado, en mayor o menor medida los seis primos. Como habéis podido comprobar no os mentía, todos nosotros llevamos una pequeña parte de mi padre encima.
No quiero despedirme sin hacer mención, y esto es lo que más me va costar, al gran amor de la vida de mi padre: su nieta Teresa. Quizás su gran dolor haya sido no poder despedirse de ella. Sin embargo, dentro de muchos años podremos ser testigos todos en el cielo del reencuentro entre abuelo y nieta y del abrazo más bonito que nunca se haya visto. A todos nosotros, que conocimos a mi padre, nos corresponde recordarles a sus nietos Teresa y Miguel, que su abuelo Pedro fue una maravillosa persona, que nos hizo reír con sus ocurrencias, que fue un trabajador infatigable y cuyo amor por ellos fue infinito. Pues como dice mi hermano Sergio, que compartió muchos momentos con él en Somalia, si hay algo que habría que destacar de nuestro padre y tío, más allá de toda duda, es su gran corazón y su gran amor: siempre nos dio mucho más de lo que pedimos.
Queremos que sepáis, por último, que lo que hemos vivido en los dos últimos meses nos ha hecho darnos cuenta de que tenemos mucha suerte. Suerte por pertenecer a esa familia, y sobre todo por haber conocido y querido a nuestro padre y tío. Esto ya nos pertenece y nunca nadie podrá quitárnoslo.
Hemos querido escribir y compartir con vosotros estas líneas los seis primos como homenaje a Pedro Fernández Arias. Quizás se fue antes de lo que pensábamos, pero seguro que desde donde se encuentra, sigue queriéndonos, brindando con tónica Finley porque nos vaya todo bien y pensando: por favor hijo, ¡péinate esos pelos!
Muchas gracias

Consuelo, Blanca, Isabel, edro, Juanjo y Sergio

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